El fenómeno de globalización es un fenómeno económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, donde existe una interdependencia entre países de todo el mundo, los cuales llegan a unificar sus mercados, sociedades y culturas, realizando una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. La globalización es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por las sociedades que viven bajo el capitalismo democrático y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones e identidades personales y colectivas.
Las identidades personales y las colectivas están interrelacionadas y se necesitan recíprocamente, “identidades culturales”; éstas son formas colectivas de identidad que se refieren a algunas características culturalmente definidas, que son compartidas por muchos individuos. Cada identidad cultural demanda, una cantidad diferente de compromiso de cada miembro individual, esto puede cambiar históricamente, las identidades culturales pueden coexistir y no son mutuamente excluyentes. En la construcción de las identidades personales siempre concurre un buen número de ellas y en varios grados de intensidad. Las identidades culturales funcionan produciendo significados e historias con los cuales las personas pueden identificarse. Mientras mayor sea el rol de la identidad colectiva para la construcción de identidades personales, mayor será la atracción de los significados y narrativas que crean para interpelar a los individuos para que se identifiquen con él.
Si la globalización tiene una dimensión cultural muy importante, en parte se debe a la libertad de la cultura moderna. Esta consiste en los medios de comunicación que están crecientemente moldeando, por un lado, la manera como las formas culturales son producidas, trasmitidas y recibidas en las sociedades modernas y, por otro, los modos como las personas experimentan los eventos y las acciones que ocurren en contextos espacial y temporalmente remotos, los medios simbólicos electrónicamente creados y transmitidos pueden moldear o cambiar más constantemente una identidad, además que desde antes del nacimiento nos vemos influenciados por los mismos por lo cual son parte importante en el forjamiento de una identidad individual, colectiva y cultural.
En la construcción del futuro no todas las tradiciones históricas son igualmente validas. Si la identidad nacional no se define como una esencia incambiable, sino más bien como un proceso histórico permanente de construcción y reconstrucción de la “comunidad imaginada” que es la nación, entonces las alteraciones ocurridas en sus elementos constituyentes no implican necesariamente que la identidad nacional se ha perdido, sino mas bien que ha cambiado, que se va construyendo. De todo podemos concluir que la identidad tiene más importancia hoy por su proyección al futuro que por una supuesta pérdida progresiva de lo “propio” en un mundo globalizado.
Las identidades personales y las colectivas están interrelacionadas y se necesitan recíprocamente, “identidades culturales”; éstas son formas colectivas de identidad que se refieren a algunas características culturalmente definidas, que son compartidas por muchos individuos. Cada identidad cultural demanda, una cantidad diferente de compromiso de cada miembro individual, esto puede cambiar históricamente, las identidades culturales pueden coexistir y no son mutuamente excluyentes. En la construcción de las identidades personales siempre concurre un buen número de ellas y en varios grados de intensidad. Las identidades culturales funcionan produciendo significados e historias con los cuales las personas pueden identificarse. Mientras mayor sea el rol de la identidad colectiva para la construcción de identidades personales, mayor será la atracción de los significados y narrativas que crean para interpelar a los individuos para que se identifiquen con él.
Si la globalización tiene una dimensión cultural muy importante, en parte se debe a la libertad de la cultura moderna. Esta consiste en los medios de comunicación que están crecientemente moldeando, por un lado, la manera como las formas culturales son producidas, trasmitidas y recibidas en las sociedades modernas y, por otro, los modos como las personas experimentan los eventos y las acciones que ocurren en contextos espacial y temporalmente remotos, los medios simbólicos electrónicamente creados y transmitidos pueden moldear o cambiar más constantemente una identidad, además que desde antes del nacimiento nos vemos influenciados por los mismos por lo cual son parte importante en el forjamiento de una identidad individual, colectiva y cultural.
En la construcción del futuro no todas las tradiciones históricas son igualmente validas. Si la identidad nacional no se define como una esencia incambiable, sino más bien como un proceso histórico permanente de construcción y reconstrucción de la “comunidad imaginada” que es la nación, entonces las alteraciones ocurridas en sus elementos constituyentes no implican necesariamente que la identidad nacional se ha perdido, sino mas bien que ha cambiado, que se va construyendo. De todo podemos concluir que la identidad tiene más importancia hoy por su proyección al futuro que por una supuesta pérdida progresiva de lo “propio” en un mundo globalizado.
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